viernes, 23 de diciembre de 2011
SIN TÍTULO
¡Qué infinita belleza
reside en tanta solemnidad!
Como al balanceo de sus brazos
se entrega serenamente
derramando su viveza, de aquí para allá.
Ya se escapó la frescura,
de su cobijo estival
quedó su gentil apostura,
en la tibieza otoñal.
Ya se oscurecen los soles
los infantiles juegos, se van
pero siempre permanece en espera,
del albo sello invernal.
¡Que infinita belleza!
Preñado de tiempo e historia
guardián abrupto de la soledad,
que en la desnudez de tu semblante
atrapas la libertad.
Adalid del firmamento
son tus torcidos renglones,
plegarias de lluvia y viento
la íntima sinfonía de la eternidad.
Carmen Duarte, Año 1999
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